martes 24 junio, 2025
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En la comunidad de Mbororigua, ubicada en el corazón del Chaco boliviano, vive Graciela Fernández, una mujer guaraní que ha hecho de la cocina su forma de vida, de lucha y de reivindicación cultural.

Con manos sabias y corazón fuerte, Graciela ha logrado transformar ingredientes tradicionales en platos que no solo alimentan, sino que cuentan historias, conservan saberes y reafirman la identidad de su pueblo.

Desde siempre sintió una inclinación natural por la cocina. Pero fue a través de los talleres organizados por el Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica (IPDRS), en el marco de un proyecto apoyado por Manos Unidas, que su pasión tomó un nuevo impulso. Los cursos, pensados para fortalecer los saberes gastronómicos de las mujeres guaraníes, contaron con la presencia de una chef profesional que compartió técnicas, conocimientos y motivación con las participantes. Graciela recuerda esa experiencia con entusiasmo, destacando cuánto le ayudó a perfeccionar sus habilidades y a confiar aún más en su talento.

En los talleres aprendí cosas nuevas, cómo presentar mejor los platos, cómo combinar sabores, cómo organizarnos para vender. La chef nos habló bonito, nos animó a seguir. Yo me sentí valorada”, comparte con una sonrisa.

Hoy en día, Graciela se ha convertido en una referente local en Mbororigua. Muchas personas la conocen y la buscan por la calidad de sus comidas. Prepara con esmero platos como el majadito, el picante, la sopa de frangollo, el chanco al horno, lagua de maíz, entre otros. Comidas con historia, con raíz guaraní, que han pasado de generación en generación y que ella se esfuerza en mantener vivas, incluso en medio de tiempos difíciles.

“La situación no es fácil, hay crisis y escasez de carne. A veces cuesta conseguir ingredientes o vender a buen precio. Pero me las ingenio. Busco otras formas, reemplazo, cocino con lo que hay. Lo importante es no rendirse y seguir adelante”, señala.

Además de su rol como emprendedora gastronómica, Graciela cumple una labor fundamental como promotora cultural. Insta a las mujeres, jóvenes y a toda la comunidad a no avergonzarse de su cultura guaraní, a valorar sus tradiciones y, sobre todo, su gastronomía como un patrimonio que merece ser reconocido, transmitido y fortalecido.

“El picante que hacemos acá no es el mismo que en la ciudad. Cada plato tiene su sabor, su forma. Eso es lo bonito de nuestra cultura. Que no nos dé vergüenza cocinar lo nuestro, al contrario, hay que mostrarlo con orgullo”, afirma con convicción.

El proyecto impulsado por el IPDRS y Manos Unidas respalda este tipo de iniciativas, que apuestan por la generación de valor añadido a los emprendimientos gastronómicos, liderados por mujeres y jóvenes, campesinos e indígenas, de las capitanías guaraníes de Macharetí y Huacaya. A través de la formación, el acompañamiento técnico y la promoción de saberes locales, se busca fortalecer la autonomía económica de las comunidades y revalorizar su identidad cultural.

Graciela Fernández es un ejemplo vivo de ese objetivo. Con cada olla que hierve y cada plato que sirve, demuestra que la gastronomía no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma, la memoria y la esperanza de un pueblo que resiste, crea y sueña desde sus raíces.


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