Con entusiasmo, compromiso y muchas ganas de compartir, se vivió en Riberalta un enriquecedor Intercambio de Experiencias entre organizaciones, de mujeres castañeras, jóvenes ambientalistas, comunidades como Trinidad, Guayaramerín, Santa Ana y diversos territorios del país. Fue una oportunidad única para encontrarnos, reconocernos y aprender unas de otras, en un ambiente de respeto, sabiduría y profundo amor por la tierra.
La primera noche abrió con una cena fraterna y una ronda de presentaciones que llenaron el ambiente de calidez. Las instituciones ABCOP, PBFCC, CIUDADANÍA, WE EFFECT, IPDRS y diversos participantes que venían de la chiquitanía, chaco y tierras altas compartieron quiénes son y el trabajo que realizan desde sus territorios para lograr un bien común. Este primer encuentro fue clave para comenzar con un ambiente de confianza y hermandad, donde todas las voces fueran valoradas por igual.
La jornada siguiente estuvo marcada por la interculturalidad. Visitamos la Escuela de Las Piedras; estudiantes y visitantes compartieron danzas y poesías de sus regiones. Vimos una danza tradicional amazónica, el alegre arete guasu chaqueño y la energía vibrante de la danza de los tobas. Fue un espacio en el que las culturas se encontraron con orgullo, mostrando la riqueza que cada territorio guarda en sus expresiones vivas.



Después, nos adentramos en el bosque educativo que cuida la comunidad, un espacio lleno de vida y sabiduría. Gustavo junto con don Manuel Cuadiay nos instruyeron de sobre cómo ese lugar sirve como aula viva, quedamos maravillados con la grandeza de sus árboles y con las formas en que se pueden entrelazar las matemáticas con la geometría de las ramas, pesando kilos de castaña y multiplicando los ingresos estimados, la biología con la biodiversidad que ahí habita, el lenguaje con las historias que se cuentan bajo su sombra, y la música con los sonidos del monte. Fue un momento de conexión profunda con la naturaleza y con nuevas formas de aprender desde lo que somos y vivimos.


La ruta nos llevó a Gonzalo Moreno, al hogar de don Miguel Cordero y doña Nimia Amutari, donde conocimos su sistema agroforestal, el cual le llevó 20 años lograr lo que hoy se tiene, fue un ejemplo de convivencia armónica entre el cultivo y la selva. Compartimos un delicioso almuerzo tradicional preparado por la señora Nimia, servido con generosidad y cariño, que nos hizo sentir en casa. Esta visita también permitió intercambiar saberes prácticos sobre producción sostenible, resiliencia en tiempos de cambio climático y plantas medicinales.



De regreso en Riberalta, se realizó el esperado intercambio de experiencias entre todas las delegaciones. Las palabras que se compartieron ese día quedarán grabadas en la memoria colectiva. Una señora relató que tuvo que vender sus gallinas para poder asistir al evento, conmoviendo a todas y todos con su testimonio de compromiso y ganas de llevar y hacer conocer su cultura esse ejja. También Irene, una joven proveniente de Makanaté tomó el micrófono para expresar el deseo de que su cultura se conozca más, y para visibilizar el trabajo que realizan las mujeres de su comunidad en la elaboración de productos medicinales a partir de las semillas de copaibo y elaboración de su propio café que lleva el nombre de su comunidad.


La delegación chaco fue portavoz de la lucha que se realizó estos 14 años compartiendo la felicidad que tienen de ser autónomos con su propio gobierno denominado Autonomía del Territorio Indígena Originario Campesino del Chaco
Cada historia fue un reflejo del esfuerzo, la lucha y la esperanza que habita en los territorios.
Por la tarde, la Plaza del Acre se llenó de vida con una feria diversa y colorida. Los stands de las copartes mostraban el trabajo que realizan desde sus espacios, mientras que artesanas, tejedores y productores de Riberalta, la Chiquitanía y el Chaco ofrecían sus collares de semillas, tejidos, tallados y elaborados con orgullo. Fue una verdadera expresión de creatividad, identidad y resistencia.



El último día hicimos un recorrido por Cachuela Esperanza, descubrimos un lugar cargado de historia y memoria, que entre ruinas y recuerdos, también se conversó y la reflexionó sobre el pasado, memorias sobre Nicolás Suárez y cómo su modelo de economía todavía sigue en el presente.

Por la tarde nos trasladamos a Guayaramerín y cruzamos la frontera rumbo a Brasil. Paseamos por una pequeña plaza, visitamos una iglesia cercana, y disfrutamos del paisaje y el momento compartido.
El regreso en barco por el río hacia Riberalta nos regaló un cierre simbólico: el agua como camino que une, que lleva y que trae. Así volvimos, con el corazón lleno, con muchas ideas, nuevas amistades y compromisos renovados. Este intercambio no solo fue un espacio de aprendizaje, sino también una semilla de esperanza que seguirá creciendo en cada territorio.
Porque cuando los pueblos se encuentran, se reconocen y se escuchan, nacen caminos comunes para transformar el mundo desde abajo, desde lo nuestro, desde la vida.
