martes 2 julio, 2024
90

El IPDRS con el apoyo de OXFAM, We Effect, la CNT Bolivia de la ILC y otros aliados, promovieron un foro que se concibió más como un diálogo de saberes. Este sería un marco para comprender la experiencia de constitución de los “bosques educativos” en la Amazonía norte de Bolivia. Lo que ocurrió fue un diálogo de saberes con límites de tiempo, pero con la certeza de habitar un espíritu común, el amazónico, aquel que no está basado en alianzas institucionales, sino que cobra vida al convocar la sabiduría y la memoria.

Oscar Bazoberry, coordinador general del IPDRS, abrió la discusión mostrando que la apuesta de los bosques educativos surge, entre otros temas, por la necesidad inobjetable de fortalecer las identidades territoriales, aportar a los imaginarios y revitalizar la memoria en Bolivia. Esta situación, en correlación a la experiencia de otras amazonías, nos estaría hablando de cierta labilidad en la identidad cultural, en el ejercicio de la pertenencia territorial, más allá de la propiedad agraria, quizás el secular “olvido” de la ritualidad, los saberes propios y, tras una dura historia de subordinación barraquera, el agolpamiento de múltiples poblaciones y modelos de desarrollo en las últimas décadas.

La experiencia del Pueblo Piaroa (Colombia) fue compartida por el líder y sabedor Héctor Fuentes. Tras un saludo en su lengua y un permiso a los espíritus que “navegaron” en su pueblo por un proyecto educativo comunitario, Fuentes explicó la necesaria relación entre la educación formal y la construcción propia, a través del reconocimiento que suele ser el camino de lucha de los pueblos indígenas. En ese entramado de reconocimientos, también pidió reconocer que la maestra del tejido es la araña y el maestro del canto es el pájaro. Con esa amplitud, el profesor Héctor refirió a una pedagogía propia, a un proceso de enseñanza-aprendizaje desde un enfoque que reivindica la diferencia étnica, pero también, ambiental y técnica.

¿Cuál es la importancia de la educación propia? Desde la perspectiva indigenista e integracionista, se muestra a las ansias de la población indígena por escolarizarse, como la necesidad de ciudadanización e incorporación al Estado. Lo que nos enseñan Héctor Fuentes y Wilmer Payaguaje de la Nación Siekopai (Ecuador) es que los proyectos por elaborar una educación que permita la reproducción de la memoria y saberes, se deben a la necesidad de “pervivir y permanecer en el territorio”.

Según Payaguaje, la vida está compuesta por nueve estratos, que incluyen el agua, el subsuelo, la tierra, los árboles, la copa de los árboles, el más allá, entre otros. La comunicación con todos estos seres, la relación con las plantas sagradas, es lo que podría denominarse memoria, no el conocimiento ancestral, sino la forma actual de vivir y convivir con la Naturaleza y el entorno animado e inanimado. Wilmer advierte que “esta comunicación es la que estamos perdiendo, con el actual mundo globalizado y extractivo que destruye las aguas y la respiración”.

Desde Bolivia, la profesora Iracema Aparicio, profesora jubilada y presidenta de la junta escolar de la comunidad Las Piedras, explicó que el bosque educativo permite articular los conocimientos de la medicina tradicional y enseñar a los niños a respetar el entorno natural. Por su parte, Mariana Rodríguez de la Nación Yaminawa explicó que el instituto de lenguas procura la enseñanza y conservación de la lengua, su experiencia refiere a una serie de cuentos, heredados oralmente por sus abuelos, y que considera que son un baluarte cultural por el nivel de construcción metafórica y por su capacidad de otorgar agencia a los animales, los ríos y bosques.

Por su parte, Leider Chocue, coordinador del Sistema de Autoridad Territorial Económica Ambiental – ATEA de la Universidad Autónoma Indígena Intercultural del Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC. Explicó que su organización lleva más de 50 años en la lucha por construirse como una expresión de la memoria y cultura del Pueblo Nasa (Colombia).

Hilando con lo antes expuesto, Leider explicó que en el proceso organizativo se ve que, pese a las leyes y palabras de reconocimiento, el contexto de la modernidad, hace que se vayan perdiendo las identidades indígenas, y por eso, crearon una propia universidad. Para impartir conocimiento dentro de lo propio y lo occidental. Esta brega lleva más de 20 años, aunque el reconocimiento del Estado apenas se remite a 6 años. La experiencia de ATEA es la de la construcción de propuestas en el ámbito ambiental, no sólo tratar problemáticas, como se hace en el FOSPA, sino construir alternativas en la práctica.

Para cerrar esta mesa, José Ángel Quintero Weir propuso una serie de reflexiones respecto a la búsqueda común: la educación propia y la pedagogía del nosotros, un andamiaje de pensamiento que trabaja hace años con la inspiración del pueblo añú, del que se afirma como miembro. Quintero nos recuerda que “tener el corazón presente es generar confianza”, la confianza como el centro de toda comunidad, sin ella o al romperse, vivimos el dilema actual, pues no confiamos en nosotros mismos, en nuestros hermanos. Sin la confianza dudamos en quién nos pueda ayudar, quién nos pueda financiar, no sabemos cómo impulsar la autonomía.

El tiempo nos quedó corto para seguir compartiendo la palabra, otro evento del FOSPA se nos sobreponía en el espacio, menos mal y tuvimos unas horas más con las y los convocados, y pudimos seguir aprendiendo de ellos y la búsqueda de la educación propia, sus reflexiones respecto al clientelismo, la dependencia organizativa y la justicia indígena. Aprendimos entonces, que como decía Quintero, la memoria no es recordar, pues la memoria es el vivir práctico; por tanto, los esfuerzos deben hacerse por recuperar, pero también por activar y construir en el presente.

Revive el evento Memoria Amazónica como fundamento de una educación protectora del bosque.

Parte 1: https://www.facebook.com/100064903983669/videos/1007276160965739
Parte 2: https://www.facebook.com/100064903983669/videos/1656024721832407