
Por Ruth Bautista, Investigación-acción IPDRS.
“Todo en la Amazonía es urgente”, afirma la actual dirigencia, articulada en el Bloque de Organizaciones Campesinas e Indígenas del Norte Amazónico de Bolivia (BOCINAB). Tras la finalización de la temporada de la zafra de la castaña, con muy baja producción y altos riesgos para las familias recolectoras, y en plena temporada de aprovechamiento del asaí, llegaron a la ciudad de La Paz, dirigentes de la Federación Sindical Única de campesinos de Pando, de la Regional Madre de Dios de Pando, de la Regional Vaca Diez del Beni, de las Bartolinas del departamento Pando, de la Central Indígena de Pueblos Originarios de la Amazonía de Pando (CIPOAP) y la Central de Pueblos Indígenas de La Paz (CPILAP). Varios de ellos y ellas sobrellevando el acostumbrado “mal de altura” y el frío de la sede de gobierno, se disponen a reunirse con diferentes autoridades en ejercicio, la Comisión Amazónica de la Asamblea Legislativa Plurinacional, la Defensoría del Pueblo, entre otras; con la clara agenda de dar un nuevo impulso al proyecto de Ley Especial de Desarrollo Integral Sustentable del Norte Amazónico de Bolivia “Bruno Racua”.
¿Por qué hacerlo en este momento? La crisis económica que azota al país, para la población amazónica no es más que la agudización de una situación estructural de desventaja. Hace muchos años que, en la región amazónica, el combustible es mucho más caro que en el resto del país, así como los alimentos y el transporte, en general. Un permanente problema en los caminos caracteriza los tránsitos entre los departamentos de La Paz, Pando y Beni; un sistemático sabotaje al desarrollo de emprendimientos, a la comunicación entre centros poblados, ciudades y ni qué se diga, con los centros políticos y económicos del país.
Además, el incierto proceso electoral determina el interés de la prensa y también de las autoridades en ejercicio, que calculan si conviene o no atender a esta comisión que les solicita audiencias, informes, explicaciones y, ¿por qué no? compromisos.
“El Norte Amazónico es la quinta rueda del carro, no existe” afirma el representante de la Federación de campesinos de Pando, explicando que el centralismo que, a inicios del siglo XX nombró a aquel territorio como el “Territorio Nacional de colonias”, persiste en una serie de postergaciones e indiferencias ante la expansión de la minería aluvial del oro que contamina ríos amazónicos y cuerpos humanos con el mercurio, la enorme deforestación que registran los informes internacionales y la creciente violencia que registran y normalizan los medios locales. “Este será un territorio sin ley”, insiste el dirigente y el periodista intenta imaginar un territorio que todavía se encuentra a más de 30 horas fortuitas por carretera y a más de mil bolivianos por aire.

Este Bloque empezó a conformarse a fines de los noventa, en la urgencia de sanear tierras y liberar a las comunidades campesinas e indígenas del sistema de la barraca gomera y el habilito; y en el año 2003 conjuró un pacto entre campesinos e indígenas bajo una identidad amazónica y de defensa de derechos humanos y territoriales.
En el año 2008, el INRA dio por finalizado el saneamiento de tierras, pero la conflictividad agraria y por el aprovechamiento del bosque solamente inició un nuevo ciclo. Tanto esta política agraria como el resto de las políticas de desarrollo implementadas a nivel nacional, desconocen de la vida cotidiana de las mujeres y hombres amazónicos, sus usos y costumbres, y su relación de cuidado con el bosque amazónico. De la vida de los siringueros, queda una contradictoria celebración del imperio de Nicolás Suárez, el barón de la goma, pero nunca se esclarecieron los rastros del etnocidio, el desplazamiento de los pueblos nativos, la trata de personas y la explotación humana. Siempre se respetó la gran propiedad privada de quienes ocuparon “las colonias”, y mucho más tarde se reconocieron los derechos territoriales de campesinos e indígenas, pero no se discute sobre la contribución de las y los recolectores, sus prácticas de habilitación y mantenimiento de sendas, su incursión siempre colectiva al bosque y su cuidado de la Naturaleza.

La Ley Bruno Racua, con nombre y apellido, tiene el impulso de los liderazgos que, generación tras generación, resisten la secular renovación extractivista que hace tanto tiempo los articula al mercado global, primero fue la quina, luego la goma, ahora la castaña y otros frutos; de los que nunca se tiene el control de precio, de la cadena de valor, de los circuitos de exportación y las múltiples ganancias.
Lo que reivindica la Ley Bruno Racua es una visión integral de desarrollo, armónica con la naturaleza, participativa entre los diversos actores que la conforman y que, de una vez por todas, diversifique la economía y proporcione mejores condiciones para la gestión territorial de las mayorías. Bajo esta perspectiva, la identidad amazónica se refleja en una biodiversidad que incorpora el trabajo humano como parte de sus relaciones de interdependencia, reciprocidad y agradecimiento con la Madre Tierra.
El BOCINAB accedió al Fondo Catalizador de la ILC, a través de la CNT Bolivia, las actividades realizadas con este incentivo fueron los tres “Diálogos por la Amazonía: Una alternativa para la vida” realizados en San Buenaventura (La Paz), Riberalta (Beni) y Cobija (Pando), y una serie de espacios junto a las centrales indígenas y centrales campesinas del norte amazónico boliviano, en las que se actualizó la Ley, así como la discusión sobre la necesidad de reposicionar la perspectiva campesina e indígena en el desarrollo y la identidad amazónica.