
El pasado jueves 9 de diciembre, realizamos un conversatorio virtual sobre el endeudamiento y la economía familiar en los territorios de Sudamérica. Contamos con la participación de la investigadora Karen Mercado Andia de Bolivia y el investigador César Ardila Medina de Colombia. Ambos abordaron ámbitos territoriales distantes geográficamente, pero con aspectos comunes en la estructura extractivista que caracteriza a territorios como el amazónico. Mercado se basó en el estudio “Endeudamiento y autonomía económica familiar y comunitaria en el Norte Amazónico de Bolivia”, implementado en cuatro municipios del Norte Amazónico boliviano, coordinado por el IPDRS.
Con el objetivo de intercambiar criterios sobre los sistemas de endeudamiento que intervienen en la vida de las personas, los tejidos sociales y control territorial, develando los mecanismos, que diversos actores incorporan en contextos locales y vislumbrando alternativas para limitar su intervención.
La primer exposición fue de Karen Mercado, quien se refirió a la histórica práctica del habilito, instaurada hace más de un siglo con la industria extractiva de la goma o siringa. Así, la deuda es una tecnología histórica genera dependencia financiera, un andamiaje histórico que permite que la población acostumbrarse a las asimetrías. Además de esto, la concentración de la actividad productiva en la zafra de la castaña y el carácter estacional de la misma, establecen condiciones para una mayor vulnerabilidad, falta de ingresos e información sobre las entidades bancarias que disponen de créditos en su entorno. Todas estas condiciones dan lugar al crédito informal y a una dinámica de inseguridad articulada a prestamistas –muchos de ellos extranjeros– que han adoptado el mecanismo del préstamo y cobro diario como una forma de generación de ingreso.
La dependencia económica y la financiarización de la vida son características de cómo se vive en contextos extractivistas en el presente, pues no estamos hablando de créditos que permitan producir o emprender negocios. Dada la economía local caracterizada por artículos y servicios encarecidos, las deudas ocurren en emergencias de salud, educación, vivienda, alimento. Las mujeres viven y sostienen esta realidad a cuenta de mucho trabajo de cuidado, servicios que comprometen su salud y una carga emocional peculiar, al sostener la deuda.
En el caso colombiano, Ardila también se refirió al tiempo de la extracción del caucho y la goma en la Amazonía. Además, describió cómo los empresarios del caucho además, instalaban almacenes con todos los artículos de primera necesidad para sostener un sistema que más propiamente, debe denominarse como de esclavitud, a partir del endeudamiento permanente. En tal contexto la temprana organización de sindicatos exigiendo derechos laborales. El Estado juega un rol importante para finaciarizar la vida, dar una alternativa a la población con la banca de fomento, que difícilmente puede sostener la vida. En cambio, el sistema de préstamos y cobros diarios en base a la extorción y la violencia, ya nos muestran un sicariato que controla y expropia territorios y a fines del siglo pasado, una expansión importante de esta dinámica con el paramilitarismo.
Con la pandemia ocasionada por el COVID-19, los grandes capitales necesitados de lavar sus activos, promovieron los préstamos gota a gota de manera virtual, sin que deje de ser un esquema de propagación de violencia articulado al extractivista. El impacto de estos préstamos informales son la pérdida de autonomía de los hogares, de acuerdo a la zona exportadora, supone una modificación del ritmo del trabajo a diario. Las personas que no pueden pagar, son expuestas a la violencia y extorsión, obligadas a articularse al narcotráfico. La deuda pasa de lo económico a lo afectivo, las frustraciones crecen cuando además de las necesidades no satisfechas tenemos artículos de primera necesidad como el combustible a precios desorbitantes.
Entre las alternativas que ambos investigadores identifican está la diversificación productiva y económica de las familias, el fortalecimiento de tejidos organizativos para el ahorro colectivo, pero también, la respuesta institucional firme y apropiada a la dinámica de los territorios y las economías estacionales.
El comentario final estuvo a cargo de Oscar Bazoberry, coordinador general del IPDRS, que resaltó la necesidad de una mirada de largo plazo a los ciclos productivos y económicos, que no son necesariamente progresivos como indica el enfoque de desarrollo, más bien tienen la forma de un bucle, que devuelve a la población al principio, a situaciones donde el endeudamiento de la población sostenía mercados globales. Lo característico de estos mercados es que el valor que sale del territorio –la goma, el caucho, la castaña–, no se queda donde se produce y esto genera la reproducción de la pobreza. En Bolivia, pese a los logros legislativos sobre las tierras campesinas y territorios indígenas, todavía la economía basada en la exportación de materias primas atrae a estos sistemas financieros, con características de ilegalidad.
Revive el conversatorio virtual sobre endeudamiento y economía familiar territorial
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