Plantear que los organismos multilaterales impulsan el desarrollo rural en Sudamérica supone aceptar premisas que están lejos de estar demostradas: que sus nuevas teorías responden a las necesidades reales del campo, que los enfoques territoriales no desdibujan la agenda rural y que sus presupuestos acompañan sus discursos. El texto advierte que, detrás de estas narrativas, persiste una deuda histórica: décadas de baja efectividad, agendas fragmentadas y prioridad ... Leer más
Plantear que los organismos multilaterales impulsan el desarrollo rural en Sudamérica supone aceptar premisas que están lejos de estar demostradas: que sus nuevas teorías responden a las necesidades reales del campo, que los enfoques territoriales no desdibujan la agenda rural y que sus presupuestos acompañan sus discursos. El texto advierte que, detrás de estas narrativas, persiste una deuda histórica: décadas de baja efectividad, agendas fragmentadas y prioridades volcadas a la integración comercial antes que al bienestar rural. El desafío es lograr que el desarrollo rural deje de ser un concepto declarativo y se convierta en compromiso financiero y político efectivo.
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