El análisis de la Asamblea de la OEA revela que, pese al enorme despliegue previo y al simbolismo político del evento, el resultado final evidenció limitaciones profundas en la capacidad del organismo para impulsar transformaciones reales en temas como la seguridad y soberanía alimentaria. La declaración aprobada evitó nombrar a los actores sociales que impulsaron la agenda —especialmente campesinos e indígenas— y redujo conceptos clave a simples generalidades ... Leer más
El análisis de la Asamblea de la OEA revela que, pese al enorme despliegue previo y al simbolismo político del evento, el resultado final evidenció limitaciones profundas en la capacidad del organismo para impulsar transformaciones reales en temas como la seguridad y soberanía alimentaria. La declaración aprobada evitó nombrar a los actores sociales que impulsaron la agenda —especialmente campesinos e indígenas— y redujo conceptos clave a simples generalidades, perdiendo el potencial transformador que se esperaba. Este vacío lleva al autor a cuestionar tres supuestos: la posibilidad de cambio dentro de instituciones multilaterales rígidas, el verdadero rol que se le permite a la sociedad civil en estos espacios y el interés real de los gobiernos sudamericanos por una integración regional que vaya más allá de discursos y rituales diplomáticos. El reto consiste en demostrar que estas instituciones pueden adaptarse a un mundo cambiante y responder a desafíos estructurales que trascienden fronteras.
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