La acelerada metropolización boliviana, presentada como signo de progreso y modernización, encubre el progresivo estancamiento y desplazamiento de las economías campesinas, resultado de décadas de abandono estatal y del avance del agronegocio orientado a la exportación. Aunque el crecimiento urbano ha mejorado ciertos indicadores de ingreso y acceso a servicios, la expansión desordenada de las ciudades y la precariedad laboral revelan un modelo que profundiza la de ... Leer más
La acelerada metropolización boliviana, presentada como signo de progreso y modernización, encubre el progresivo estancamiento y desplazamiento de las economías campesinas, resultado de décadas de abandono estatal y del avance del agronegocio orientado a la exportación. Aunque el crecimiento urbano ha mejorado ciertos indicadores de ingreso y acceso a servicios, la expansión desordenada de las ciudades y la precariedad laboral revelan un modelo que profundiza la des-ruralización y reproduce desigualdades estructurales. La nueva ruralidad —envejecida, feminizada, multiocupada y marcada por la baja productividad— surge de políticas públicas que nunca lograron hacer rentable la agricultura familiar ni garantizar condiciones dignas para quienes permanecen en el campo. Paralelamente, la concentración de tierras, la degradación ambiental, la dependencia alimentaria, el deterioro institucional y la cooptación de organizaciones campesinas muestran que la metropolización no es una salida armónica al desarrollo, sino la expresión de un modelo que continúa marginando a los territorios campesinos e indígenas.
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