La noción de trabajo que predomina en las sociedades contemporáneas tiene raíces profundas en la tradición judeocristiana, donde el trabajo se concibe como sacrificio, sufrimiento y obligación moral, una visión que ha sido reproducida y reforzada por el pensamiento moderno sin una revisión crítica sustantiva. Esta concepción histórica ha delimitado qué actividades son reconocidas como trabajo —principalmente el trabajo asalariado masculino— y ha invisibili ... Leer más
La noción de trabajo que predomina en las sociedades contemporáneas tiene raíces profundas en la tradición judeocristiana, donde el trabajo se concibe como sacrificio, sufrimiento y obligación moral, una visión que ha sido reproducida y reforzada por el pensamiento moderno sin una revisión crítica sustantiva. Esta concepción histórica ha delimitado qué actividades son reconocidas como trabajo —principalmente el trabajo asalariado masculino— y ha invisibilizado otras formas fundamentales para la reproducción de la vida, como el trabajo doméstico, comunitario y campesino, tradicionalmente asumido por mujeres, niñas y niños. En el ámbito rural, esta lógica se expresa en políticas y análisis que reducen el bienestar al empleo asalariado, desconociendo formas de autoempleo, autogestión y producción para el autoconsumo que sostienen la vida campesina. Frente a ello, se plantea la necesidad de revisar críticamente la categoría de trabajo, despojarla de su carga moralizante y economicista, y reconocer la diversidad de prácticas laborales que construyen sociedad, historia y modos de vida, especialmente en los contextos rurales de América Latina.
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