Analizar la cuestión agraria en Paraguay implica reconocer que la crisis política y social del país se sostiene sobre un supuesto estructural: la concentración histórica y extrema de la tierra, que determina no solo la pobreza rural, sino también la fragilidad democrática y los conflictos permanentes. El texto muestra que, pese a los intentos de reforma agraria durante el gobierno de Fernando Lugo, las transformaciones prometidas nunca llegaron a concretarse debido a resistencias políticas, limitaciones institucionales y una estructura fundiaria arraigada desde la colonia, la Guerra de la Triple Alianza y la dictadura stronista. La persistencia de expulsiones, desigualdades y violencia rural revela que el reto del Estado paraguayo es demostrar que es capaz de superar un modelo que privilegia a las élites y abrir espacios reales de participación para campesinos e indígenas, condición indispensable para legitimar cualquier proceso de cambio.