La dinámica alimentaria boliviana se caracteriza por una paradoja estructural: pese a contar con amplias potencialidades productivas y con una agricultura familiar que abastece la mayor parte de los alimentos básicos, el país mantiene una dependencia creciente de importaciones y una vulnerabilidad acentuada por la especialización regional, la expansión del monocultivo y los impactos del cambio climático. El análisis muestra que la urbanización acelerada, la migra ... Leer más
La dinámica alimentaria boliviana se caracteriza por una paradoja estructural: pese a contar con amplias potencialidades productivas y con una agricultura familiar que abastece la mayor parte de los alimentos básicos, el país mantiene una dependencia creciente de importaciones y una vulnerabilidad acentuada por la especialización regional, la expansión del monocultivo y los impactos del cambio climático. El análisis muestra que la urbanización acelerada, la migración interna, el incremento del consumo y la orientación estatal hacia la agroindustria exportadora han debilitado la producción local de cultivos esenciales, generando déficits significativos en trigo, leche, papa y hortalizas, tal como evidencian el Balance Alimentario 2013 y los comparativos de rendimiento agrícola frente al Perú. Aunque el marco normativo incorpora el derecho a la alimentación y políticas de “Madre Tierra”, su aplicación resulta fragmentada y con recursos limitados, sin lograr fortalecer de manera sostenida a los pequeños productores, quienes continúan enfrentando precariedad productiva, baja disponibilidad de riego y presiones de mercado que favorecen a grandes actores agroindustriales. En este contexto, la soberanía alimentaria boliviana depende de reorientar las políticas públicas hacia la agricultura familiar, cuyo papel es imprescindible para garantizar diversidad, estabilidad y acceso equitativo a los alimentos.
Compártelo en tus redes sociales