martes 25 junio, 2024
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Iver Mauricio Pedraza Herrera[1]
Investigador del IPDRS

En ocasión del encuentro “Juventudes por la Amazonía”, realizado en el marco del XI Foro Social Panamazónico (FOSPA) en San Buenaventura – Bolivia, considero que se deben analizar las disputas epistemológicas que se visibilizaron en el diseño metodoló ... Leer más

Iver Mauricio Pedraza Herrera[1]
Investigador del IPDRS

En ocasión del encuentro “Juventudes por la Amazonía”, realizado en el marco del XI Foro Social Panamazónico (FOSPA) en San Buenaventura – Bolivia, considero que se deben analizar las disputas epistemológicas que se visibilizaron en el diseño metodológico del Encuentro y los debates de los grupos de trabajo que abordaron los ejes temáticos del FOSPA, atravesados por el ser joven dentro de la Amazonía.

Si bien en el VIII FOSPA, realizado en Tarapoto – Perú, se instaló la “Juventud Panamazónica Andina” como uno de los nueve espacios de diálogo y debate que buscaba darles el rol protagónico a las juventudes, no se logró el establecimiento de un espacio de encuentro permanente y, más significativo aún, no se logró la relevancia necesaria para que este espacio sea recordado, a tal punto de que el encuentro “Juventudes por la Amazonía” fue reconocido por varios como un espacio pionero en el FOSPA.

Entonces, ¿qué hace falta para instalar en el FOSPA un espacio permanente y exclusivo para las juventudes? Considero que analizar la categoría “joven” es esencial para responder, en parte, este cuestionamiento. Sin embargo, independientemente de los criterios que utilicemos para clasificar a alguien como joven, cabe reconocer que la principal característica de esta etapa de la vida es la transición hacia la adultez.

Desde esa perspectiva es fácil ver porque espacios como el FOSPA, y más aún espacios de toma de decisiones, reproducen una lógica adultocéntrica que generalmente es justificada desde el “desinterés” y “falta de experiencia” atribuidos a las y los jóvenes. Se cree que la juventud es la etapa donde cometer errores es lo más natural y esa idea ha penetrado tanto en nuestra sociedad que la misma juventud parece buscar una validación adultocéntrica y tecnócrata constante, lo que fácilmente puede derivar en falsas representaciones que buscan implantar agendas que, tal vez inconscientemente, mercantilizan la vida y profundizan desigualdades.

Sin embargo, el Encuentro de juventudes desarrollado en el marco del XI FOSPA ha convocado no solo a jóvenes vivientes de la Panamazonía, sino también a otras y otros preocupados por la emergencia climática mundial y que reconocen a la Amazonía como un espacio estratégico para la lucha y resistencia contra la crisis civilizatoria multidimensional. Bolivia, al ser sede de este FOSPA ha sido el país con mayor número de participantes en todos los eventos, seguido por Brasil, Perú y Colombia.

Esta proporción -o desproporción- de participantes también debería llevarnos a reflexionar sobre el carácter regional que debería tener el FOSPA, independientemente de la sede. El Encuentro de juventudes no fue la excepción respecto a la participación por países y por tanto las intervenciones fueron, en su gran mayoría, bolivianas. Además, la comisión de organización de este evento tampoco contó con la participación de ningún otro país pan-amazónico que no fuera Bolivia.

Si bien el diseño metodológico del Encuentro de jóvenes tomó en cuenta el carácter regional del FOSPA y las participaciones incluyeron intervenciones de Brasil, Colombia y Perú; queda el cuestionamiento respecto a si el pronunciamiento que surgió, realmente representa a las y los jóvenes amazónicos. ¿Será este otro motivo por el cuál las juventudes pan-amazónicas no sienten la inquietud de luchar por la continuidad de un espacio permanente dentro del FOSPA?

A pesar de que el pronunciamiento y resolución final del Encuentro incluye la exigencia de establecer un espacio de juventudes permanente dentro del FOSPA -como un eje específico- surgen dos intervenciones desde los grupos de trabajo que, si bien no contradicen el pedido de tener espacios de diálogo desde y para las juventudes, nos instan a reflexionar acerca de la continuidad de estos eventos internacionales y la efectividad de los mismos en la lucha contra la crisis civilizatoria multidimensional.

La primera crítica respecto a la continuidad de estos encuentros -específicamente hablando del FOSPA- viene de un joven del norte amazónico boliviano, quien cuestionó -sin respuesta- a todo su grupo de trabajo respecto a lo que viene después del FOSPA y cuantos encuentros más de este tipo son necesarios para frenar los extractivismos en la Amazonía, por ejemplo.

La falta de interés en este cuestionamiento parece deberse a que la respuesta se presenta como algo obvio: después del FOSPA viene la COP. Sin embargo, la profundidad de este cuestionamiento lleva a reflexionar sobre la esencia misma de estas reuniones internacionales, sean o no desde la sociedad civil u otras instancias.

El mismo FOSPA reconoce que, por ejemplo, los acuerdos de París no son suficientes para evitar el punto de no retorno, entonces ¿En qué medida construir un posicionamiento del FOSPA rumbo a la COP representa una solución para los problemas que atraviesan las y los vivientes amazónicos? ¿Hasta qué punto han penetrado las negociaciones climáticas hegemónicas al FOSPA?

En respuesta a estos cuestionamientos, se suma la segunda intervención de un compañero del pueblo Nasa – Colombia, que propuso la conformación de una Guardia Indígena Pan-amazónica. Aunque la propuesta en sí no fue debatida, probablemente por falta de contexto, lo que más llamó la atención fue el sentido de identidad territorial que debería tener no solo esta Guardia Indígena, sino también todas las acciones que deriven del FOSPA, ya que, como bien expresó el joven nasa, las soluciones deberían nacer del núcleo mismo de la familia, la sociedad y la Madre Tierra, en otras palabras, las soluciones deben tejerse desde abajo y en comunidad.

Este mismo compañero protagonizó un debate epistémico que probablemente el adultocentrismo, la meritocracia y la tecnocracia invisibilizaría. Desde su posicionamiento respecto a la identidad territorial que deberían tener todas las soluciones, expresó que los saberes ancestrales deberían ser la base fundamental para la lucha contra la crisis civilizatoria multidimensional y fue entonces que se dejaron entrever las diferencias ontológicas que encuentran en el territorio y en estos eventos un campo de disputa.

Es evidente que la ciencia y la tecnología han sido imprescindibles para el desarrollo de la humanidad; sin embargo, también es evidente que están dominadas por el positivismo y que dejan las desigualdades sociales fuera de sus intentos por medir y reflejar la realidad. Además, el desarrollo científico y tecnológico occidentales, han ayudado a perpetuar una visión instrumental y prometeica de la Naturaleza que termina en violentos procesos extractivistas que no dejan superar el paradigma antropocentrista sobre el que se basa nuestro modo de vida moderno.

Bajo estas perspectivas, se vuelve fácil caer en el “tecnoptimismo” –la desmesurada confianza en las soluciones tecnológicas– y en la externalización de las responsabilidades diferenciadas de la histórica deuda climática, ya que confiamos ciegamente en que la ciencia y la tecnología llegarán a tal punto de desarrollo e innovación que serán la panacea para la crisis civilizatoria.

Es aquí donde aparece la interculturalidad como respuesta para la construcción conjunta e integral del conocimiento. Tal como se expresó en los diferentes grupos de trabajo del Encuentro de jóvenes, se debe encontrar la forma de integrar el fortalecimiento de capacidades académicas y técnicas con los conocimientos y saberes ancestrales en un diálogo que no menosprecie el rol de la espiritualidad en estos procesos de enseñanza-aprendizaje.

En general, y a pesar de las diferencias epistemológicas que protagonizaron las discusiones y debates en el marco del Encuentro de jóvenes, es evidente que las juventudes amazónicas tienen claro su rol protagónico en la lucha contra la crisis civilizatoria multidimensional, reconociendo su habilidad innata de organización, articulación y su capacidad de incidir en espacios de toma de decisiones y de control social.

También queda sentado el hecho de que existen preocupaciones comunes y que solo podrán ser atendidas desde el fortalecimiento de la identidad territorial y el tejido de un sentido de lo colectivo que priorice la sostenibilidad de la vida y visibilice las diferentes luchas y resistencias de las juventudes vivientes y preocupadas por la Amazonía.

Es así que el Encuentro “Juventudes por la Amazonía”, al ser un espacio “conquistado”, también se constituye en un compromiso de acciones que no solo busquen la instauración de un espacio permanente dentro del FOSPA, sino que también encaminen los esfuerzos de las juventudes venideras hacia una transición ecosocial justa que garantice la sostenibilidad de la vida –humana y no humana– a corto, mediano y largo plazo.


[1] Iver Mauricio Pedraza Herrera es ingeniero ambiental y arquitecto. Con experiencia docente, gestión ambiental y planificación territorial. Actualmente, está cursando una maestría en Ecología Política y Alternativas al Desarrollo y es investigador del IPDRS.

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