El análisis del desarrollo rural en Sudamérica revela una región atravesada por fuertes contradicciones: mientras se amplían las oportunidades derivadas de la revalorización del conocimiento campesino indígena y de la mayor presencia estatal, persisten estructuras económicas extractivistas que sostienen avances sociales frágiles y generan nuevos conflictos por tierra, agua y recursos naturales. La convergencia de gobiernos con orientaciones políticas similares no ha logrado superar la fragmentación institucional ni convertir la integración regional en un proceso efectivo, coexistiendo avances en salud, educación y participación de mujeres con retrocesos en derechos colectivos, seguridad ciudadana y autonomía territorial. En este escenario, el fortalecimiento de la agricultura familiar, la gestión sostenible de los recursos y la articulación de campesinos, indígenas y afrodescendientes se configuran como elementos estratégicos para enfrentar los límites ecológicos, la presión empresarial y la creciente disputa por la soberanía alimentaria. La región se encuentra ante una encrucijada histórica: transformar su patrón de desarrollo mediante políticas territoriales inclusivas, visión estratégica estatal y reconocimiento pleno de los sujetos rurales como actores centrales del futuro sudamericano.