Pensar el Chaco Boreal como una sola región es asumir un territorio complejo, diverso y profundamente desigual, compartido por Bolivia y Paraguay pero marcado por historias, modelos de desarrollo y dinámicas poblacionales muy distintas. Aunque el Gran Chaco constituye una unidad ecológica mayor, la configuración social, económica y política del área chaqueña revela fragmentaciones significativas: presencia indígena guaraní debilitada por la guerra y el despojo, colonias menonitas con enorme peso económico, migraciones internas y nuevas fronteras agroindustriales que reconfiguran el uso de la tierra y el control del agua. Si bien existen iniciativas de articulación transfronteriza impulsadas por organizaciones, iglesias y redes profesionales, aún no hay un eje sólido que conecte ambos lados de la frontera. El desafío es demostrar que, pese a estas diferencias y resistencias históricas, es posible construir un proyecto común que fortalezca a las poblaciones indígenas y campesinas y abra nuevas vías para una integración regional pendiente.