La estructura pecuaria boliviana se ha configurado históricamente como un sistema dual profundamente desigual, en el que la ganadería bovina extensiva en el oriente, asociada al latifundio y a élites económicas, contrasta con la crianza ovina y caprina en condiciones de minifundio en el occidente del país. Esta configuración no responde únicamente a diferencias geográficas o productivas, sino a relaciones de poder institucionalizadas que han condicionado el acces ... Leer más
La estructura pecuaria boliviana se ha configurado históricamente como un sistema dual profundamente desigual, en el que la ganadería bovina extensiva en el oriente, asociada al latifundio y a élites económicas, contrasta con la crianza ovina y caprina en condiciones de minifundio en el occidente del país. Esta configuración no responde únicamente a diferencias geográficas o productivas, sino a relaciones de poder institucionalizadas que han condicionado el acceso a la tierra y promovido un modelo de desarrollo modernizador y extractivo, heredero de lógicas coloniales. La expansión de la ganadería bovina y de la producción avícola industrial, impulsada por criterios de mercado, productividad y estándares nutricionales externos, ha profundizado la concentración de la tierra, el desplazamiento de sistemas productivos tradicionales y la degradación socioambiental. En este contexto, la introducción reiterada de razas “mejoradas” y tecnologías extractivas ha generado impactos culturales, sociales y de género, evidenciando que el desarrollo ha operado como un factor estructurador de la inequidad agraria y como un eje de continuidad colonial que interpela la necesidad de repensar las instituciones y las reformas agropecuarias en Bolivia.
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