La apicultura se ha consolidado en la región del Chaco boliviano como una actividad productiva estratégica que contribuye de manera significativa al desarrollo territorial, la seguridad alimentaria y la protección del bosque, especialmente en comunidades indígena originario campesinas. En los territorios de Charagua Norte, Huacaya y Macharetí, la producción de miel ha mostrado un crecimiento sostenido en los últimos años, impulsado por la participación activa de mujeres y jóvenes, el fortalecimiento de asociaciones locales y el aumento del consumo interno durante la pandemia del Covid-19. No obstante, persisten desafíos estructurales vinculados a la falta de apoyo estatal, la limitada industrialización de la miel, la dependencia de mercados concentrados, el contrabando, el cambio climático y la ausencia de certificaciones sanitarias que restringen el acceso a mercados más amplios. En este contexto, la apicultura aparece no solo como una fuente de ingresos y mejora de la economía familiar, sino también como una actividad clave para la conservación ambiental y la soberanía productiva, cuya sostenibilidad futura depende de políticas públicas integrales orientadas a la comercialización, el valor agregado y la protección del entorno natural en el Chaco boliviano.