La expansión del modelo agrario industrial en América Latina se presenta como una amenaza estructural tanto para la naturaleza como para los pueblos, al profundizar procesos de extractivismo, colonialidad y dependencia económica. La privatización de las semillas, impulsada por grandes corporaciones transnacionales, constituye uno de los mecanismos más recientes de acumulación por desposesión, afectando la agrobiodiversidad, la soberanía alimentaria y los modos de vida de pueblos indígenas, campesinos y comunidades tradicionales. Este modelo productivo, heredero de la Revolución Verde, ha intensificado el monocultivo, el uso de agrotóxicos y la degradación de los ecosistemas, generando una creciente vulnerabilidad ambiental y social. Frente a ello, se reivindica el carácter colectivo, cultural y político de las semillas como bienes comunes, subrayando que su defensa es inseparable de la protección de la naturaleza, de los conocimientos ancestrales y del derecho de los pueblos latinoamericanos a decidir sobre sus territorios y sistemas alimentarios.