El análisis del programa Tekoporã revela cómo un esquema estatal de transferencias monetarias, diseñado para reducir la pobreza extrema y romper su transmisión intergeneracional, reproduce simultáneamente las desigualdades de género que pretende aliviar. Aunque al otorgar la titularidad a las mujeres reconoce su papel central en el cuidado del hogar y les brinda un ingreso estable que mejora su autoestima y presencia comunitaria, también consolida la división sexual del trabajo y las instrumentaliza como mediadoras del bienestar infantil, sin fortalecer de manera sustantiva su autonomía económica ni su capacidad de negociación dentro del hogar. En un contexto nacional marcado por profundas brechas de pobreza, desigualdad y concentración de la tierra, el programa genera impactos ambivalentes: habilita espacios de organización y participación femenina, pero aumenta su carga de trabajo y depende de servicios públicos insuficientes que dificultan el cumplimiento de corresponsabilidades. El desafío consiste en demostrar que la protección social puede ser una herramienta de igualdad real solo si cuestiona y transforma los roles de género, en vez de apoyarse en ellos para alcanzar sus objetivos.