La reflexión sostiene que, pese a más de dos décadas de esfuerzos descentralizadores en Sudamérica, el proceso continúa marcado por tensiones entre avances institucionales y retrocesos derivados del centralismo político, el clientelismo y la débil capacidad de incidencia de la sociedad civil. Países como Venezuela, Colombia, Bolivia, Chile, Argentina y Perú han buscado redistribuir el poder para acercar el Estado a la población, pero la coexistencia de prácticas autoritarias, patrimoniales y burocráticas ha limitado la consolidación de gobiernos subnacionales capaces de gestionar de manera democrática los recursos territoriales. En este escenario, las ONG enfrentan el desafío de pasar de un rol meramente acompañante a uno capaz de interpelar, articular y fortalecer a las organizaciones sociales, promoviendo liderazgos legítimos, estrategias de incidencia y redes territoriales que transformen la participación en un contrapeso real al poder estatal. El texto subraya que la sostenibilidad de la descentralización depende de innovar en prácticas políticas y reconocer que las soluciones duraderas se construyen desde los territorios, donde la acción colectiva y la focalización de necesidades pueden reorientar una reforma aún inconclusa.