Analizar la propiedad de la tierra en Sudamérica implica enfrentarse a un problema histórico cuya persistencia define buena parte del desarrollo rural en la región. El documento muestra que la desigualdad agraria no es un accidente, sino el resultado acumulado de políticas comerciales, decisiones estatales y formas de inserción en los mercados internacionales que favorecieron sistemáticamente a los actores ligados a la agroexportación. Esta estructura —marcada por la concentración, la extranjerización y la violencia— se consolidó desde el siglo XIX y apenas ha sido modificada, pese a los diversos intentos de reforma agraria y a los ciclos de gobiernos populares. Hoy, el modelo extractivo continúa presionando sobre la tierra, el agua y las comunidades, mientras movimientos sociales y sectores rurales subalternos intentan reabrir el debate sobre la distribución y la soberanía alimentaria. El reto central para la región es demostrar que es posible superar esta matriz desigual y avanzar hacia un modelo productivo que articule sostenibilidad, justicia social y capacidad de decisión para los actores históricamente relegados.