Las negociaciones climáticas en Cancún reflejaron tanto el desgaste del multilateralismo como la urgencia de recomponerlo en medio de tensiones entre potencias, intereses económicos y presiones sociales. Tras el fracaso de Copenhague y el escepticismo generalizado, la COP16 logró apenas salvar el proceso de Naciones Unidas, alcanzando un acuerdo frágil que depende de concesiones mínimas entre países profundamente divididos. Los avances —como el Fondo Global, el ... Leer más
Las negociaciones climáticas en Cancún reflejaron tanto el desgaste del multilateralismo como la urgencia de recomponerlo en medio de tensiones entre potencias, intereses económicos y presiones sociales. Tras el fracaso de Copenhague y el escepticismo generalizado, la COP16 logró apenas salvar el proceso de Naciones Unidas, alcanzando un acuerdo frágil que depende de concesiones mínimas entre países profundamente divididos. Los avances —como el Fondo Global, el reconocimiento del límite de 2°C y la continuidad del Protocolo de Kioto— conviven con vacíos políticos, financiamiento incierto y decisiones postergadas que evidencian la dificultad de enfrentar un problema global con responsabilidades tan dispares. El desafío, para los Estados y la comunidad internacional, es demostrar que estos compromisos pueden convertirse en acciones vinculantes capaces de garantizar un futuro seguro para las poblaciones más vulnerables, y que la cooperación climática no sea otra promesa incumplida.
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