La transformación de las políticas agrarias en Colombia revela un giro profundo: del modelo de sustitución de importaciones, que articulaba producción empresarial y economía campesina, hacia un enfoque neoliberal que prioriza la exportación de cultivos tropicales bajo la promesa de convertir a los campesinos en “empresarios”. Sin embargo, esta modernización ha debilitado su papel histórico, reduciendo áreas de alimentos básicos, incrementando la dependencia de importaciones y empujando a miles de familias rurales hacia la precarización y el desplazamiento laboral. El reto del país es demostrar que el desarrollo rural puede sostenerse sin sacrificar al campesinado, cuya desaparición pondría en riesgo la seguridad alimentaria y la democracia misma en Colombia.