La ausencia de un debate sólido sobre el desarrollo rural en América del Sur revela una paradoja profunda. Aunque la crisis global evidenció las limitaciones del pensamiento económico centrado únicamente en el mercado, los informes internacionales continúan promoviendo visiones convencionales que reducen el mundo rural a la agroindustria y la biotecnología. Esto supone tres supuestos fundamentales: que las instituciones multilaterales siguen ignorando la diversida ... Leer más
La ausencia de un debate sólido sobre el desarrollo rural en América del Sur revela una paradoja profunda. Aunque la crisis global evidenció las limitaciones del pensamiento económico centrado únicamente en el mercado, los informes internacionales continúan promoviendo visiones convencionales que reducen el mundo rural a la agroindustria y la biotecnología. Esto supone tres supuestos fundamentales: que las instituciones multilaterales siguen ignorando la diversidad social, ambiental y productiva del campo sudamericano; que los gobiernos, incluso los progresistas, han optado por reforzar el modelo agroexportador como estrategia de competitividad global; y que el campesinado ha sido desplazado simbólica y políticamente hacia la categoría de “problema social”, en lugar de ser considerado un actor central del desarrollo. El reto para la región es demostrar que es posible renovar la agenda rural desde enfoques integrales, que prioricen sostenibilidad, justicia y diversidad productiva, y así reconstruir las discusiones que permitan imaginar futuros rurales alternativos.
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