Analizar el trabajo agrícola en América Latina en el contexto de la globalización implica reconocer una realidad marcada por profundas contradicciones. El campo latinoamericano reproduce dos racionalidades opuestas - la del campesinado empobrecido y la del empresariado agroexportador - que, pese a su diferencia, convergen en un mismo diagnóstico: la precariedad laboral. Esto revela tres supuestos centrales: que la modernización productiva no ha significado bienestar ... Leer más
Analizar el trabajo agrícola en América Latina en el contexto de la globalización implica reconocer una realidad marcada por profundas contradicciones. El campo latinoamericano reproduce dos racionalidades opuestas - la del campesinado empobrecido y la del empresariado agroexportador - que, pese a su diferencia, convergen en un mismo diagnóstico: la precariedad laboral. Esto revela tres supuestos centrales: que la modernización productiva no ha significado bienestar para quienes trabajan la tierra; que el mercado global reorganiza los ciclos agrícolas y las condiciones laborales según lógicas de eficiencia que excluyen a la mayoría; y que la aparente prosperidad del agroexportador se sostiene, en buena medida, en ventajas comparativas tradicionales y en costos laborales bajos. El reto es evidenciar que el éxito del modelo agroexportador no puede ocultar el deterioro de las condiciones de vida y trabajo del agricultor, ni la erosión social que provoca un sistema que avanza sin garantizar derechos básicos, protección laboral ni dignidad.
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