Pensar la descentralización como motor del desarrollo rural implica asumir que trasladar poder al ámbito local puede transformar de verdad las dinámicas territoriales. Detrás de esta idea subyacen varias premisas nada simples: que los municipios pueden gestionar mejor el territorio que los Estados centrales; que la participación social logrará moldear políticas públicas más cercanas a la realidad rural; y que la descentralización permitirá reequilibrar histór ... Leer más
Pensar la descentralización como motor del desarrollo rural implica asumir que trasladar poder al ámbito local puede transformar de verdad las dinámicas territoriales. Detrás de esta idea subyacen varias premisas nada simples: que los municipios pueden gestionar mejor el territorio que los Estados centrales; que la participación social logrará moldear políticas públicas más cercanas a la realidad rural; y que la descentralización permitirá reequilibrar históricas desigualdades regionales. Sin embargo, la experiencia reciente en países como Perú, Colombia, El Salvador y Bolivia muestra que el proceso está lejos de ser lineal: emergen nuevos actores, tensiones institucionales y disputas por recursos naturales. El desafío es convertir esta promesa política en una relación virtuosa, capaz de sostener y potenciar el desarrollo rural real.
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